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domingo, 22 de abril de 2018

El beneficio de la duda

De entrada, vamos a decir las cosas claras. Hay personas que jamás tienen eso llamado "beneficio de la duda", porque lo sustituye el perjuicio de la certeza. En la vida, en el mundo laboral, familiar, político, apostólico y romano, hay seres que no engañan a nadie. A casi nadie.
También existen personas a las que aparentemente engaña mucha gente. Y eso no es necesariamente cierto. Puede ser conveniente aparentar dejarse engañar. Pero claro.. ¿ nos conviene tratar con personas que nunca se sabe en lo que creen realmente?. No lo creo.
Damos el beneficio de la duda a personas que conocemos poco, por lo general. A priori, no sabemos si son listas o tontas, honestas o deshonestas, leales o desleales, sinceras o mentirosas, capaces o incapaces, valientes o cobardes, generosas o interesadas.. Toda luz acarrea una sombra, toda cualidad tiene su reflejo negativo.
De manera que tendemos a evaluar a las personas con las que hemos de tratar por diversos motivos, y en ocasiones nos encontramos con seres absolutamente puros. Aquellos en los que todo es claramente estupendo, o todo es claramente basura. Son pocos. Y tratar con ellos suele ser fácil, siempre sabes de que van, no engañan más que a quien piensa que le conviene dejarse engañar. Y lo más importante: su contacto es tan contaminante, que situar en su órbita a otras personas permite saber que hay que andarse con cuidado con estas últimas. Ya sabéis, yo soy muy de "dime con quien andas".
Pero bueno.. la vida está llena de tonos grises. De repente, decidimos dar a alguien el beneficio de la duda dichoso: esperemos a ver como respira, como se conduce, como se comporta. Decidimos dar ese beneficio bien por desconocimiento de la persona, bien por el deseo de no ser prejuiciosos, o incluso, por el afán de que el susodicho acabe retratándose. Puede suceder también que estemos cruzando un terreno pantanoso, y en algún sitio hemos de intentar pisar para ver donde se nos hunde menos el pie. Y creedme. He llegado a la conclusión de que eso que llaman mal menor no existe, que elegir entre la caca y la porquería jamás da un resultado satisfactorio, y que las personas honestas no se juntan con según quien.
Pero he aquí que decidimos darle alguien el beneficio de la duda, y acaba retratándose, y optando por el perjuicio de la certeza. Generalmente, no vamos a expresar admiración por quien nos ha engañado, a no ser que seamos masocas. No vamos a aplaudir a quien se comporta de forma vil y traicionera, ya sea con uno mismo, ya sea con otros, a no ser que nosotros mismos seamos viles y traicioneros. No vamos a dar votos de confianza a quien claramente no la merece, a no ser que esperemos sacar un beneficio de ello. Y no vamos a querer en nuestro entorno a quien ha contribuido a corromper un entorno similar, a no ser que nos gusten los entornos corrompidos y putrefactos.
La bolsa de la basura, señores, siempre va a oler a basura. Y no se puede eliminar el olor del todo.
Con todo esto quiero decir, que cuando alguien se funde el beneficio de la duda que otros han puesto en él, lo lógico, lo normal, es que nadie de ese beneficio a la misma persona. Y si lo hace, es por pura deshonestidad, intentando sacar algo a cambio. O porque no tiene muchas luces. O por ambas cosas.